Agosto de 2005. Fiscal. Huesca
28 km / 3h58' / Media 7'3"
Segunda acometida a esta espectacular carrera del prepirineo oscense. En esta ocasión subimos Abel, Rodrigo, Moisés, Raquel, Rocio, Jonatán y el Pelos. No subió la Loca porque ya estaba de ocho meses de nuestro chiquitín Nicolás.
El Johnny llegó tarde, como siempre. Le tuvimos que despertar. En el viaje, Moisés compró un par de melones a un hombre en una gasolinera. Qué viaje más horrible, en el asiento de atrás del coche de Rodrigo metidos Moisés, Johny y el pelos apretaos como sardinas. Llegué con calambres a Fiscal.
Pero ya estábamos allí por fin. Pasamos la tarde diciendo y haciendo pavadas, preparando el gran día. Al Jonatán le exiliamos en otra habitación, para poder dormir.
Amaneció un luminoso dia, estupendo para correr. Menos gente que la otra ocasión, y con mejor nivel encima. La organización del Somo y el pueblo, de cine. Había hasta la señalización de un punto negro, que se lo dejaron al Jonny por razones obvias.
¡PUM! y a correr.
Salí bastante reservón, en los senderos que siguen al recorrido por el pueblo iba andando porque estábamos apelotonados los corredores piltrafillas. Cuando empezó la pista me puse a correr. Aguanté bastante bien las primeras rampas. Llegó el primer avituallamiento y la cagué, pues bebí dos buenos vasos de té. Intenté seguir corriendo pero me entró flato porque había roto el ritmo al pararme, además me había cargado la tripa y además venían las peores rampas. Una lástima haberme parado a engocharme, porque creo que hubiera llegado corriendo a la última rampa.
A partir de esa última rampa de la pista, se llega a una cuesta brutal y se adentra uno en el bosque oscuro y tenebroso. Esta parte sí la hice bien, hasta la coronación del tramo en el que hay que escalar (bueno, escalar escalar no, pero hay que subir agarrándose a las piedras) donde estaba uno de los amiguetes de Abel y del Somo diciendo esas palabras de ánimo que se me quedaron grabadas:
-Vamos majo que parece que estás recogiendo setas, dale un poco más, hombre.
En el collado pregunté por Abel y me contaron que me llevaba cinco minutos ¡BIEN! ahí le tengo, pensé, a ver si le pillo.
En el segundo collado llegué bastante entero, se me pasó pronto la cuesta, en parte porque ví en directo como rescataban a uno que se había torcido el tobillo EN HELICÓPTERO. Daban ganas de lesionarse... La vista desde el alto, el Cancias propiamente dicho, era espectacular.
Para abajooooooooo, bajar y bajar y bajar, pensaba que se me iba a dar mejor, pero las piernas me decían que no estaban muy mentalizadas para el tema. Ya estaba muy cansado, y además cansaba más el recordar lo fácil -ahí me dí cuenta- que me había resultado la otra ocasión. Por lo menos hacía buen tiempo y era agradable correr por el bosque.
Cuando llegué al avituallamiento de las chicas, el penúltimo, ya me había caido (una buena toña) y había estado un buen rato andando. Ahí me dijeron que Abel me llevaba bastante, con lo que confirmé que mi rendimiento había caido como una piedra en un estanque.
El último tramo fue peor aún que la otra vez, esas pistas solitarias se me hicieron larguísimas. Por lo menos, sabía que no iba perdido, no como la otra vez en la que estaba seguro que iba a aparecer en Jaca. Cuando llegué al último pueblo antes de Fiscal, estaba el Jonatán bailando samba con sus compis de avituallamiento.
Ya solo quedaba el último estirón y este lo hice menos muerto que la otra vez. Al final, peor tiempo de lo que yo quería hacer pero el buen gusto de una carrera preciosa.
El regreso, con calambres y agujetas, sin ver el momento de llegar a Fuenla y ver a mi chica...
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