22 de abril de 2007. Madrid.
42.192m / 3h57' / Media 5'36"
Por fin un maratón en esta segunda época de corredor (ya corrí otros dos maratones, en el 1993 y en el 1991). Habíamos entrenado en Maratonianos unos siete meses y además ya llevaba dos años corriendo carreras populares. Era el momento para el MAPOMA.
Quedamos bien temprano Abel y yo, fuimos en renfe y bus hasta el edificio de la Bolsa, (ito ito ito, renfe y metro gratuito). Allí estaban los del clú. Estirar, mear y vaselinizar mientras vamos soltando bromas y risitas nerviosas.
Un error, darme vaselina en los pies: estuve toda la carrera con la sensación de tener el pie bailando dentro de la zapatilla, por lo que al final me hicieron una rozadura brutal que por suerte no me impidió correr.
No era una carrera normal, era un Maratón. Se notaba en los nervios y en la gran aglomeración de gente: gente para dejar las bolsas, gente para beber, gente para mear... No pude contactar con Sol aunque estaba por allí, con tal cantidad de peña hubiera sido un poco imposible.
A lo tonto y sin darnos cuenta, estábamos en la posición de salida de la castellana, en medio de un rio humano de corredores.
¡PUM! y a correr.
Ni siquiera oimos el pistoletazo, solamente vimos como el rio de gente se empezaba a mover, estábamos Abel y yo en un altito y al llegar a nosotros el movimiento de los cientos de pollos que nos precedían me dio la impresión de estar en una barquita en una presa y que de repente se hubiera roto el muro, arrastrándonos la corriente sin poder hacer nada. Gritos para descargar adrenalina y a empezar a correr.
A los cinco minutos, la tensión y el llevar horas bebiendo nos hicieron mear en la castellana, debajo del puente de Raimundo Fernández Villaverde. La subida de la castellana hasta las torres la hicimos sin enterarnos, entretenidos con la gran cantidad de gente en la que íbamos. Los tiempos de paso los íbamos clavando para hacer las cuatro horas. La bajada por el barrio de la Vaguada muy bien, charlando y ya con ritmo de carrera. Además, disfrutando del dia de buen tiempo que hizo y riéndonos y bromeando con el resto de corredores, en particular con los disfrazados. Había un Groucho que era la caña.
Como quien no quiere la cosa, bajamos por la avenida de la Complutense y nos metimos en la parte más bonita del MAPOMA, el centro de Madrid. Gente y gente animando, metiendo bulla... espectacular el tramo de Sol. La media maratón estaba en Rubén Darío y ahí nos esperaba, claro, mi hermano Rubén. De una forma increíble a pesar de la aglomeración, nos vimos. Un beso a Ana y a mi sobrinazo Lucas y a seguir corriendo. El paso por la media maratón, el exacto para hacer cuatro horas, la cosa marchaba.
Ya se nos había unido hacia unos pocos kilómetros el gran Luis. Nos animó nada más encontrarle...y no paró de animar durante las dos horas siguientes. De ir corriendo con el Abel, pasamos a ser un microgrupo de cuatro corredores. Rubén iba flipado porque su anterior maratón fue en Bilbao y por lo visto era un rollo porque no había nadie animando y el recorrido era más bien feo.
En el MAPOMA en cambio, la animación de la gente es un corredor más. En pocos tramos falta gente en los márgenes dando ánimos, además hay bastantes grupos de música dando caña. En especial siempre meten adrenalina extra los grupetes de percusión. De vez en cuando, me encontraba con algún conocido. Era gracioso porque me había cortado el pelo hacía poco (después de llevar melena durante quince años) y muchos no me reconocían.
Sin embargo, a partir de la media maratón el recorrido desluce un poco la carrera, ya que se mete hacia el este por Arturo Soria, Hortaleza y Moratalaz en barrios más bien residenciales, en los que uno no distingue Madrid tanto como el tramo anterior y podría estar corriendo por cualquier otra ciudad, la organización debiera plantearse meternos hacia zonas más características: más del centro de Madrid o la Casa de Campo si es que es difícil sacar tantos kilómetros. En otras paises, la ciudad se para por el maratón. De hecho, en Madrid también se interrumpe buena parte del tráfico así que ¿por qué no pararla del todo? El recorrido por Sol mola pero me estoy imaginando todo el rio de gente atravesando la Gran Via y se me ponen los pelos como escarpias. Debieran intentar ser más valientes porque en pocos años va a dejar de ser el maratón de referencia de España.
Ya la carrera empezaba a pasar factura, las piernas empezaban a decir BASTA, aunque les pedimos el último achuchón. Mi hermano Rubén nos dejó sobre el kilómetro 30 y ahí seguimos solitos, bueno, solos con Luis, que era como ir con la banda de música del ayuntamiento. "ANIMAD A ESTOS CHICOS, QUE LOS HE CRIADO EN MIS PECHOS", "LOS DE LEGANÉS, VAN BASTANTE BIEN", "VENGA, QUE EN LA OTRA CALLE ANIMABAN MÁS" eran frases que iba el tio gritando a nosotros y al público. Además, nos iba dando consejos útiles.
Cuando más dura se estaba haciendo la carrera, vimos a los compis: Abelón, Bea, el primo, Roci y su padre, Fernando... nos dieron avituallamiento y las últimas fuerzas para correr.
Los últimos siete kilómetros fueron los realmente duros. Tuvimos que parar a mear -yo había estado obsesionado con beber en todos los avituallamientos- y las piernas se resintieron, además de llevar ya 35 kilómetros corriendo, claro. No fue un MURO brutal, pero sí cansancio acumulado.
En los últimos kilómetros, Abel se resintió de sus piernas y yo iba bastante tocado. Sin embargo, en cuanto ví aparecer Ventas ya supe que estaba todo hecho. La subida de la calle Alcalá no se me hizo tan dura como yo me temía, más bien me sentí eufórico y me hubiera subido el puerto de Navacerrada en ese momento. En la entrada al Retiro estaba Rubén ya con Ana y Lucas y la llegada al paseo de coches... qué decir. Quien haya terminado un maratón ya sabe de lo que hablo y quien no lo haya hecho va a ser difícil que lo entienda: descarga de adrenalina, agradecimiento a ¿quién? No lo sabes, pero lo sientes, quizá a la gente que anima, a los que organizan el evento, a las piernas... Alguna lagrimilla se escapa. Para rematar la faena, ahí estaban la Loca y mi chiquitín, Nicolás, disfrutando al solecito.
¿El tiempo? también es importante: 3 horas 57 minutos. Objetivo cumplido.
En resumen, un maratón disfrutado al máximo, con el resultado que estábamos buscando y exprimido el rendimiento en pleno.
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