martes, 21 de junio de 2011

Leganés - Aranjuez

En mi nueva situación de parado (casi) pero no quieto estoy disfrutando de la vida, por lo menos, de la parte que se puede disfrutar sin dinero, que es mucha. Una de las ventajas que he obtenido de esta nueva situación es la práctica de deporte a horas normales, ni madrugadas ni trasnochadas. Además, puedo incluso hacer tiradas largas de bicicleta o de correr tranquilamente, ya que por suerte mi chica está trabajando y los niños en el cole; así, salgo a correr o con ajofaifa.

Le tenía ganas a esta ruta. Soy de buscar destinos en un mapa, buscar en la cartografía los caminos que los unen y salir a intentar conseguirlo. Leganés-Aranjuez, quizá el origen del recorrido no sea muy glamuroso, pero es donde vivo. Así que aunque el nombre quizá no sea muy llamativo ni creo que se inscriba en el registro de Grandes Rutas de Europa, yo me lo pasé estupendamente y disfruté de la bici como un enano.

Leganés - Parla

Salí sin madrugar, había que dejar a los niños en el cole. Camino de paseo por Polvoranca y Bosquesur, como cualquier otro deportista matinal o jubilado-parado de los que por allí se encuentra uno una mañana de miércoles. Pero ese ciclista algo entrado en carnes tenía en su pequeño cerebro un recorrido valiente: llegar a Aranjuez desde Leganés pisando el menor asfalto posible.



Tras llegar a Fuenla, hay que atravesar esta ciudad por su eje principal, Luis Sauquillo, hasta salir a la carretera de Humanes. Justo en la primera rotonda sale el camino que llega hasta el hospital de Parla. Ya empieza a ser camino rural, aunque todavía infectado por la urbe, algunos escombros, alguna chabola, algún jubinauta perdido y acalorado (¿no se perderá alguno por esos caminos y se quedará seco como una pasa mientras le busca su familia? Eso pensarán ellos de mí, supongo).

Cuando estuve viviendo en Fuenla, me sorprendía coger un camino y de repente estar en el campo. Yo llegaba de Aluche y el campo rural era lo que había cuando se cogía el coche para ir al pueblo o a trabajar o de excursión. Sin embargo, en la entrañable Fuenla cogía la bici o incluso corriendo y en unos minutos estaba en el campo. En Leganés también es posible, aunque está más cerca de Madrid y es más grande, por lo que la transición ciudad-campo es más gradual.

Pero desde Fuenla, por el camino antedicho, llegué hasta Parla entre campos de cereal. Aparece uno en la esquina sur del casco urbano, justo en el hospital.

Parla-Esquivias



Desde el mismo hospital, dirección sur, llegamos en un ratito a Torrejón de Velasco. Ya sí estamos en el mundo rural, amigos. Atravieso el pueblo -una foto al castillo de Puñoenrostro para enseñársela a Nicolás que está con el tema medieval en el cole- y camino de Esquivias.

El camino más corto está cortado por una obra del ave, así que tuve que rectificar y buscarme otro. Desde la Fuente de la Teja, tuve que subir un alto, que me tocó bastante la moral, porque en plena subida tuve que presupuestar y organizar dos trabajos para el día siguiente, alquilando una estación total, quedando con un jefe de obra en Villanueva de la Cañada y con un operario de sondeos en la calle Boiro, también me llamaron de la oficina para otro encarguito y un colega para ver si le ayudaba a configurar su GPS de topografía. Todo esto subiendo y bajando por un camino que era una montaña rusa y con un calor del copón. Después el amigo guguelmaps me ha mostrado que mejor hubiera sido coger el camino de enfrente desde la ermita; me dejé aconsejar por otro jubilao perdido y así me fue.





Así que con más calor y algún kilómetro más de los que quisiera llegué a Esquivias. Comí un poco, un traguito de agua y hala, caminito y manta.

Esquivias-Aranjuez. La cagada de Alameda de la Sagra.




La idea era ir hasta Borox, pero sin entrar en Borox. Desde allí debía coger un valle que me llevaría hasta la carretera de Aranjuez. Pues no, por no pisar asfalto, elegí un camino que se desvió demasiado de la carretera y me llevó hasta Alameda de la Sagra. La verdad es que iba tan distraído por los caminos rodeados de campos de cereal, pensando en mis cosas y recibiendo la brisa -aún en esta época esa brisita refresca, en quince días, ese viento parece llegar del infierno- que no presté demasiada atención. Cuando me dí cuenta ya era tarde y retroceder me dió una pereza de la muerte, así que seguí hasta Alameda de la Sagra.




Lo malo de este desvío es que ya me obligó a coger la carretera hasta Aranjuez. Desde Alameda de la Sagra, fueron 29 kilómetros de asfalto. Una pequeña cagada, la siguiente desde luego habrá que andar con más cuidado para enganchar el camino de Borox.




Desde Alameda, a Añover y unos cuantos kilómetros de rectas después crucé el río por la A-4 y pillé la carretera antigua a Aranjuez. Me detuve para explorar La Barca de Añover, un antiguo sistema de cruzar el Tajo que me hubiera venido genial, pero aunque tiré del cable todo lo que pude, debía estar asegurada en la otra orilla porque el chisme no se movió ni un centímetro. Una pena, por lo pintoresco y por lo que me hubiera ahorrado de asfalto ardiente.

Llegué a Aranjuez, tenía idea de sacar el billete de tren y darme una vueltina por el palacio, la plaza y todo eso. Resulta que estaba el tren casi moviéndose cuando llegué, me subí al vagón y la puerta casi me pilla la rueda de la bici, así que la opción turística la dejaré para otra ocasión.

Enseguida está uno de vuelta en Leganés, así que me duché, un bañito en la piscina y a buscar a los niños.



Conclusiones

-Una ruta preciosa, que se aleja gradualmente de la ciudad apestosa para encontrarse con el mundo rural de caminos, olivares y campos de cereal.

-La elección de caminos puede mejorar, salieron 70kms y creo que se pueden rebajar más de 10.

-Demasiado calor, todavía no había empezado en serio la calorina de final de junio y ya pasé un buen rato con la boca más seca que el ojo de una tuerta.

-La llegada desde Borox a la carretera de Aranjuez hay que explorarla bien o aventurarse a las bravas, ví que había muchas fincas privadas así que a la siguiente no sé si seré capaz de llegar sin saltar una valla o sin que me devore algún perraco.